¿CUALES PUEDEN SER LAS CONSECUENCIAS DE USAR UN PARAÍSO FISCAL?
El sector financiero offshore está creciendo a un ritmo varias veces superior al del PIB mundial. En los últimos años se ha acentuado la transferencia masiva de capitales desde los países convencionales hacia estos refugios de libertad donde la gente se encuentra a salvo de la voracidad de hacienda. Este boom de lo offshore presagia un futuro en el que los países “normales” se van a ver obligados a reconocer por fin la libertad económica de las personas y de sus empresas.Casi todas las voces coinciden en señalar que, si efectivamente el siglo XX fue una centuria marcada por la hegemonía social, cultural, política y económica de los Estados, el nuevo siglo será el de la máxima devolución de poder a la persona.
Un indicio fundamental de esta tendencia podemos encontrarlo en el auge imparable de la resistencia ciudadana a las hasta ahora numerosas y frecuentemente dolorosas imposiciones del Estado en todos los órdenes de la vida. Esta resistencia, que constituye una auténtica rebelión silenciosa de las generaciones finiseculares contra el poder, ha tenido una multiplicidad de expresiones, desde la temprana revolución sexual de los años sesenta hasta la espiritual de los setenta y la moral de los ochenta, desde el movimiento mundial contra el servicio militar hasta la presión social en favor de la soberanía individual respecto a cuestiones como el aborto, la eutanasia o el consumo de estupefacientes, y desde el cuestionamiento de muchos elementos del Estado-providencia hasta la generalización y popularización de los paraísos fiscales y otras fórmulas de protección frente a la fiscalidad.
¿Es esto una consecuencia de la protección fiscal?
En todos los casos expuestos, la persona ha reivindicado su libertad y el ámbito en el cual ésta se ejerce, es decir, su propiedad (la propiedad de su vida, de su cuerpo, de sus decisiones, de su trabajo y de su patrimonio). Esta reivindicación choca frontalmente con la auto percepción de los Estados, herederos directos del Antiguo Régimen, que se han civilizado y democratizado en su relación con las masas, pero no tanto en su relación directa con el individuo —relación que constituye la gran asignatura pendiente de la organización socio política actual—. Entre otros casos; cuando una ley es injusta, la gente se resiste a cumplirla.
Así,
miles de jóvenes en todo el mundo se han resistido a cumplir el servicio
militar —y muchos han ido a prisión por ello— y las sociedades generalmente les
han dado la razón, hasta el punto de que este intolerable abuso estatal sobre
la vida, el tiempo, el cuerpo y el trabajo de las personas ha quedado
socialmente deslegitimado y está siendo abolido país tras país. Pues bien,
aunque tenga un estigma social a veces insoportable —fomentado por la
propaganda estatal pagada con los impuestos de la misma gente a la que se
dirige—, el hecho de refugiarse en un paraíso fiscal no dicta mucho
conceptualmente, en cuanto a la insumisión a otro supuesto deber como
es éste de prestar servicio armado al país.
¿Que hace el estado en estos casos?
El Estado enseña los dientes a cualquiera que cuestiona su soberanía,
porque es plenamente consciente de que sin este atributo tan cuestionable y
obsoleto —al menos en su formulación presente y con sus actuales contenidos—,
se tambalearía y daría paso a una situación de máxima libertad en la que los
soberanos serían directamente los individuos, y las escasas funciones a
desempeñar por entes colectivos no justificarían un Estado como el actual sino
uno cien veces más pequeño y limitado.
Comentarios
Publicar un comentario